MIÉRCOLES
DE LA SEMANA I
Oración de la mañana
LAUDES
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre,
y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como
era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Esta invocación inicial se omite cuando las Laudes empiezan con el
Invitatorio.
HIMNO
Buenos días, Señor, a ti el primero
encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día;
tú eres la luz y el sol de mi jornada.
Buenos días, Señor, contigo quiero
andar por la vereda:
tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
tú, la esperanza firme que me queda.
Buenos días, Señor, a ti te busco,
levanto a ti las manos
y el corazón, al despertar la aurora:
quiero encontrarte siempre en mis hermanos.
Buenos
días Señor resucitado,
que traes la alegría
al corazón que va por tus caminos,
¡vencedor de tu muerte y de la mía!
Gloria al Padre
de todos, gloria al Hijo,
y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre;
por los siglos te alabe nuestro canto.
Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
Salmo 35
Depravación del malvado y bondad de Dios
El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz
de la vida (Jn 8, 12)
El malvado escucha en su interior
un oráculo del pecado:
«No tengo miedo a Dios,
ni en su presencia.»
Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.
Señor, tu misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes;
tu justicia hasta las altas cordilleras,
tus sentencias son como el océano inmenso.
Tú
socorres a hombres y animales;
¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!,
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;
su nutren de lo sabroso de tu casa,
les das a beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente viva,
y tu luz nos hace ver la luz.
Prolonga tu
misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado los malhechores;
derribados, no se pueden levantar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
Ant. 2. Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Cántico Jdt 16, 1-2. 13-15 Dios, creador del mundo y
protector de su pueblo
Entonaron un cántico nuevo (Ap 5,9)
¡Alabad a mi Dios con tambores,
elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su nombre!
Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras,
su nombre es el Señor.
Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva toda la creación,
porque tú lo mandaste, y existió;
enviaste tu aliento, y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán las olas los cimientos de los montes,
las peñas en tu presencia se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Ant. 3. Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
Salmo 46 El Señor es rey de todas las cosas
Está sentado a la derecha del Padre, y su reino no tendrá fin
Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos. Amén.
Ant.
Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
LECTURA BREVE Tb 4, 16-17. 19-20
No hagas a otro lo que a ti no te agrada. Da tu pan al hambriento
y tu ropa al desnudo. Pide consejo al sensato y no desprecies un
consejo útil.
Bendice al
Señor Dios en todo momento, y pídele que allane tus caminos y que
te dé éxito en tus empresas y proyectos.
RESPONSORIO
BREVE
R. Inclina, Señor, * Mi corazón a tus preceptos.
Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
V. Dame vida con tu palabra. * Mi corazón a tus preceptos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Ten misericordia de nosotros, Señor, y recuerda tu santa
alianza.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su Precursor
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrah án.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Ya ti, niño, te
llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre,
y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como
era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.
Ten
misericordia de nosotros, Señor, y recuerda tu santa alianza.
PRECES
Demos gracias a Cristo con alabanzas continuas, porque no se
desdeña de llamar hermanos a los que santifica con su gracia. Por
tanto, supliquémosle:
Santifica a tus hermanos, Señor.
Concédenos, Señor, que con el corazón puro consagremos el
principio de este día en honor de tu resurrección,
–y
que santifiquemos el día entero con trabajos que sean de tu agrado.
Tú
que, para que aumente nuestra alegría y se afiance nuestra
salvación, nos das este nuevo día, signo de tu amor,
–renuévanos
hoy y siempre para gloria de tu nombre.
Haz que sepamos descubrirte a ti en todos nuestros hermanos,
–sobre
todo en los que sufren y en los pobres.
Haz que durante este día estemos en paz con todo el mundo,
–y
a nadie devolvamos mal por mal.
Tal como nos enseñó el Señor, terminemos nuestra oración, diciendo:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
ORACIÓN
Señor, Dios salvador nuestro, danos tu ayuda, para que siempre
deseemos las obras de la luz y realicemos la verdad: así los que
de ti hemos nacido como hijos de la luz seremos tus testigos ante
los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la
vida eterna.
R. Amén. |