MARTES DE
LA SEMANA I
Oración de la mañana
LAUDES
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre,
y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como
era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Esta invocación inicial se omite cuando las Laudes empiezan con el
Invitatorio.
HIMNO
En esta luz del nuevo día
que me concedes, oh Señor
dame mi parte de alegría
y haz que consiga ser mejor.
Dichoso yo, si al fin del día
un odio menos llevo en mí,
si una luz más mis pasos guía
y si un error más yo extinguí.
Que cada tumbo en el sendero
me vaya haciendo conocer
cada pedrusco traicionero
que mi ojo ruin no supo ver.
Que ame a los seres este día,
que a todo trance ame la luz,
que ame mi gozo y mi agonía,
que ame el amor y ame la cruz. Amén.
SALMODIA
Ant.1. El hombre de manos inocentes y puro corazón
subirá al monte del Señor.
Salmo 23 Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube
al cielo (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
–¿Quién
puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
–El
hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los, ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
–Éste
es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
–¿Quién
es ese Rey de la gloria?
–El
Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
–¿Quién
es ese Rey de la gloria?
–El
Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de
la gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al
monte del Señor.
Ant. 2. Ensalzad con vuestras obras al Rey de los siglos.
Cántico Tb 13, 1-10a Dios castiga y salva
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su
gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza
viva (1P 1, 3)
Bendito sea Dios, que vive eternamente,
y cuyo reino dura por los siglos:
él azota y se compadece,
hunde hasta el abismo y saca de él,
y no hay quien escape de su mano.
Dadle gracias, israelitas, ante los gentiles,
porque él nos dispersó entre ellos.
Proclamad allí su grandeza,
ensalzadlo ante todos los vivientes:
que él es nuestro Dios y Señor,
nuestro padre por todos los siglos.
Él nos azota por nuestros delitos,
pero se compadecerá de nuevo,
y os congregará de entre las naciones
por donde estáis dispersados.
Si volvéis a él
de todo corazón
y con toda el alma,
siendo sinceros con él,
él volverá a vosotros
y no os ocultará su rostro.
Veréis
lo que hará con vosotros,
le daréis gracias a boca llena,
bendeciréis al Señor de la justicia
y ensalzaréis al rey de los siglos.
Yo le doy
gracias en mi cautiverio,
anuncio su grandeza y su poder
a un pueblo pecador.
Convertíos, pecadores,
obrad rectamente en su presencia:
quizá os mostrará benevolencia
y tendrá compasión.
Ensalzaré a mi Dios, al rey del cielo,
y me alegraré de su grandeza.
Que
todos alaben al Señor
y le den gracias en Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ensalzad con vuestras obras al Rey de los siglos.
Ant. 3. El Señor merece la alabanza de los buenos.
Salmo 32 Himno al poder y a la providencia de Dios
Por medio de la Palabra se hizo todo (Jn l, 3)
Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones:
que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano.
Tema al Señor la tierra entera,
tiemblen ante él los habitantes del orbe:
porque él lo dijo, y existió,
él lo mandó, y surgió.
El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dioses el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en, todos los hombres;
desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones.
No vence el rey
por su gran ejército,
no escapa el soldado por su mucha fuerza,
nada valen sus caballos para la victoria,
ni por su gran ejército se salva.
Los
ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros
aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor merece la alabanza de los buenos.
LECTURA BREVE Rm 13, 11b. 12 –13a
Ya es hora de despertaros del sueño. La noche está avanzada, el
día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y
pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en
pleno día, con dignidad.
RESPONSORIO BREVE
R. Dios mío, peña mía, * Refugio mío, Dios mío.
Dios mío, peña
mía, refugio mío, Dios mío.
V. Mi alcázar, mi libertador. * Refugio mío, Dios mío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Dios mío, peña mía, * refugio mío, Dios mío.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Señor nos suscitó una fuerza de salvación, según lo
había predicho por boca de sus profetas.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su Precursor
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrah án.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Ya ti, niño, te
llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre,
y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como
era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.
El Señor nos suscitó una fuerza de salvación, según lo había
predicho por boca de sus profetas.
PRECES
Ya que hemos sido llamados a participar de una vocación celestial,
bendigamos por ello a Jesús, el sumo sacerdote de la fe que
profesamos, y supliquémosle, diciendo:
Señor, nuestro Dios y nuestro Salvador.
Rey todopoderoso, que por el bautismo has hecho de nosotros un
sacerdocio real,
–haz
que nuestra vida sea un continuo sacrificio de alabanza.
Ayúdanos, Señor, a guardar tus mandatos,
–para
que, por la fuerza del Espíritu Santo, nosotros permanezcamos en
ti, y tú en nosotros.
Danos
tu sabiduría eterna,
–para
que nos asista en nuestros trabajos.
Concédenos ser la alegría de cuantos nos rodean
–y
fuente de esperanza para los decaídos.
Como hijos que somos de Dios, dirijámonos a nuestro Padre con la
oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
ORACIÓN
Escucha, Señor, nuestras súplicas matinales y, con la luz de tu
misericordia, alumbra la oscuridad de nuestro corazón; que los que
hemos sido iluminados por tu claridad no andemos nunca tras las
obras de las tinieblas. Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la
vida eterna.
R. Amén. |